La Suerte juega con cartas sin marcar
Por Georgina Degano y Eduardo
Agüero Mielhuerry
“Sr. Don Domingo:
Para gran
favor, guárdele esta carta a mi marido cuando el venga de Parish (…). Tantos
meses y todavía no he recibido una carta de mi marido (…). Cerca de 8 meses y
yo estoy esperando para ver mis nenas (…) Los doctores no me dejan escribir a
Dionisio para saber de lo que él sufre, yo sufro mucho dolor, porque a mí me
asustan mucho los doctores aquí, a mi me dicen que las nenas y mi marido están
muertos (...). Diga a mi esposo que lleve esta carta que la lea el Dr. Pintos,
a mi me hacen sufrir mucho con esto (…) Guarde la carta en inglés para
Dionisio. Ya como es tan gran amigo de mi marido, venga ya, Sr. Domingo, con mi
esposo a buscarme. Muchos recuerdos para su señora y sus chicas y familia.
Sarah Kearney Keena de Banks”
“…En el día de la fecha, 16 de agosto de
1922, comparece ante S.S. el Jefe de Correo de la Estación Parish, Don Domingo
Giovanetti, de nacionalidad italiano, empleado, de cincuenta y dos años de
edad, con domicilio en Parish, quien previo juramento que prestó en legal
forma, dijo que el objeto de su comparecencia ante S.S. es al sólo efecto de
hacer entrega de dos cartas dirigidas al deponente en el sobre que adjunta, una
escrita en inglés con tinta, y otra en castellano con lápiz, esta última
firmada por Sarah Kearney de Banks, y que hace entrega por si puede aportar
alguna luz en la investigación que practica el juzgado en el proceso seguido a
Mateo Banks, con lo que se dio por terminado el acto, firmando el compareciente
la presente, como así las dos cartas y sobre ante mí, doy fe, previa lectura y
certificación…
M.
Illescas.”
Dionisio Banks había nacido en Chascomús
en 1869. Segundo hijo de irlandeses y primer varón, llegó a Azul junto a su
familia en 1897, al comprar Mathew, su padre, una fracción de campo bautizada
como “El Trébol”, por los pagos de Parish, en el partido de Azul. La
prosperidad hizo que también la familia pueda arrendar, y luego adquirir, la
estancia contigua bautizada como “La Buena Suerte”. En 1907 Dionisio desposó a
Sarah Kearney Keena, prima segunda de la familia, con quien fue padre de tres
niñas: Cecilia (1908), Sarita (1910) y Anita
(1917). Todo era felicidad para el joven matrimonio, disfrutando de la crianza
de sus hijas en la tranquila vida rural azuleña. Sin embargo, poco después del
nacimiento de Anita, Sarah debió ser internada en el Hospital Nacional de
Alienados “Alejandro Korn” de la localidad de Melchor Romero, por reiterados
episodios violentos, alucinaciones y divagues, que ponían en riesgo la
seguridad de la familia.
La
sociedad de los hermanos Banks, quienes quedaron al frente de los campos tras
la muerte de Mathew en 1909, era próspera a pesar de sus riñas internas. Sin
embargo, escondían bajo siete llaves un secreto crucial en esta historia. Mateo
Banks, llevaba adelante una vida social y económica que en verdad no podía
sustentar, ya que se encontraba en bancarrota. Y para colmo de males, tras
varias advertencias, sus hermanos finalmente lo desplazaron de la sociedad.
Era
la mañana del martes 18 de abril de 1922 cuando en “La Buena Suerte” y “El
Trébol” se produjo un fallido envenenamiento. Estricnina en la comida fue lo
que Mateo planeó para aniquilar a sus familiares y de esa forma heredarlos,
para terminar con sus deudas y poder continuar con sus lujos y ostentaciones.
Pero equivocó la dosis por exceso, dejando en evidencia el amargo gusto de la
pócima en el puchero. Entonces no encontró otra salida que convertirse en el
despiadado verdugo de su familia, sacudiendo la sobriedad de la sociedad
azuleña.
“La Buena
Suerte” fue el primer escenario
Al
sospechar Dionisio de que algo extraño había ocurrido con el puchero del
almuerzo, increpó a Mateo culpándolo del incidente, lo que los llevó a discutir
de manera acalorada en la habitación de éste último. Dionisio, indignado por el
cinismo de su hermano, pegó media vuelta para dar por terminada la discusión. Al mismo tiempo Mateo hizo algunos pasos y de atrás
del ropero sacó su rifle Winchester con el que le disparó por la espalda.
Dionisio se desplomó malherido contra la puerta. Mateo se acercó con parsimonia
y, álgidamente,
lo ejecutó.
***
Una gélida mañana de agosto de 1922,
desde su dormitorio en el hospital psiquiátrico conocido popularmente como
”Melchor Romero”, Sarah Kearney Keena de Banks escribía en inglés y con letra
presurosa, una carta que jamás llegaría a su destinatario, su esposo Dionisio:
“Querido Denis: Sólo algunas palabras esperando que estés bien, mientras yo
estoy aquí, deseando recibir una carta tuya, o ver tu rostro viniendo por mí,
mientras yo estoy aquí desde hace tanto sin recibir una palabra de noticias
tuyas, teniéndote dependiendo de gente de afuera. Deberías venir y hablar
conmigo vos mismo, y así yo no escucharía tantas mentiras de todos ellos aquí,
diciéndome que todos ustedes están muertos. Los doctores entraron y me dijeron
que todos ustedes están muertos. Nunca dependas de nadie, simplemente vení y
mirame vos mismo y decime como están las nenas y vos…”
***
Al ver caer muerto a su padre
Dionisio, Sarita, de 12 años, que se encontraba en la cocina, lanzó un grito
desgarrador y trató de escapar. Su tío Mateo la alcanzó en el patio,
golpeándola con la culata del arma, dejándola semiinconsciente. Quizá para no
ver el horror de su obra, Mateo arrojó a la pequeña en el aljibe. Con la misma
frialdad disparó a ciegas dos veces hacia el fondo, dando los tiros sobre la
espalda de la criatura. Unos gemidos y luego silencio marcaron el final de la
vida de la niña.
Unas horas más tarde, el peón Juan
Gaitán regresó a “La Buena Suerte”. Sin mediar palabra, mientras éste
desensillaba el caballo, Mateo lo asesinó de un disparo, dejando su cuerpo
tirado al costado del galpón.
Banks se subió al sulky y se
encaminó rumbo a “El Trébol”, donde encontró al peón Claudio Loiza, a quien
convenció por engaños para que lo acompañe a “La Buena Suerte”. A mitad de camino,
lo hizo bajar pidiéndole que levante el rebenque que se había caído algunos
metros atrás. Cuando Loiza estuvo desprevenido, le gatilló dos veces en medio
de un maizal.
***
“… Mis pobres nenas, no las dejaría ni
por todo el mundo ni por estar aquí, por Miguel Banks, quien vos sabés que no
es bueno haciendo nada por nadie más que por él mismo. Miguel no tiene hijos,
el debería encerrar a su propia esposa, no a mi, que me llevaron lejos sin yo
saber nada al respecto, tan mal. Sarita, una bebé tan cercana a mi, teniéndome
sufriendo tanto dolor por Miguel en la vejiga, en la cabeza y otros dolores. Yo
te voy a avisar cuando vuelva a casa. Todo hecho a tus espaldas cuando vos no
podías hablar conmigo. Vos sos tan cercano a mi, vos, querido esposo, que no te
gustaría que yo tuviese más hijos por miedo de que yo sufra dolor, pero esos
doctores no son como el Doctor Pintos, ellos me dan dolor para curar a Miguel,
que va en contra de Dios… hacerme esto a mi… ”
***
Miguel Banks (1871), había contraído
matrimonio con la irlandesa Julia Dillon, con quien habitaba “El Trébol”. Junto
a ellos también vivía María Ana (1868), la hermana mayor y soltera de los
Banks, quien ayudaba en los quehaceres de la casa, ya que Miguel llevaba un
tiempo en cama, debido al agravamiento de la enfermedad terminal que desde
hacía tiempo lo aquejaba. Asimismo, solían cuidar a sus sobrinas, Cecilia, Sarita y Anita,
y a María Ercilia Gaitán, de 6 años, que era la hija del peón Juan Gaitán.
Mateo llegó al casco de “El Trébol” al
atardecer, afable y sereno, como si nada hubiese sucedido. Sus próximas e
indefensas víctimas, amablemente, lo invitaron a cenar, pero se negó aduciendo
estar descompuesto.
***
“… Si yo no estoy aquí adentro por mí
misma, vos deberías arreglártelas para entrar y verme, que es la razón por la
que ellos me han hecho todo esto, provocarme dolor por Miguel, lejos, pensando
que ellos pueden curarlo así, dándome dolor como un animal, yo no soy un animal
para sufrir todo esto lejos de ti. No importan Miguel o Tommy, no los han hecho
pasar dolor o llanto por los niños, mientras mi pobre madre decía que solamente
me tendría que preocupar por mí misma. He hecho lo mejor que he podido con Dios
y aún así fui llevada lejos para sufrir, y estoy tan mal lejos de casa o en
cualquier lugar. Decile a las nenas toda la verdad. Un caballero aquí me dijo
que estoy acá adentro por Miguel (…) Caballeros jóvenes en maquinas me dijeron
que te escriba…”
***
Alrededor de las once de la noche todos
dormían en "El Trébol", excepto Mateo. Rapaz, se deslizó al patio y
golpeó la ventana cerrada de María Ana. En susurros, para no despertar a los
demás, Mateo le dijo a su hermana que Dionisio estaba muy mal y que debían ir a
"La Buena Suerte" para asistirlo. María Ana se vistió confiando en
sus palabras y, preocupada por la salud de hermano, subió al sulky, que una vez
más retomó el camino entre ambos campos. A poco menos de media legua, Mateo
frenó el caballo, levantó el rifle que llevaba a sus pies y disparó sin piedad
contra María Ana. Pateó el cadáver, que quedó tirado en el camino, y emprendió
el regreso a "El Trébol".
***
“… No les digas a los doctores de aquí
que te escribí, simplemente vení a buscarme con el joven Dr. Pintos y decí
alguna buena mentira, como que las nenas están enfermas, sino ellos me
mantendrán aquí mucho tiempo sufriendo dolor por Miguel. Toda las personas aquí
tienen a sus esposos que vienen aquí, no hay casas aquí., aquí es todo por
dinero. Miguel está pagando un seguro de vida por dinero. Es mejor no tenerlo a
él en ninguna casa verdadera, la primera casa fue toda por dinero también.
(...). Esos hombres tienen el corazón como una piedra, como Tommy con máquinas,
a él no le importa porque él no tiene que sufrir porque está en otra casa, no
le digas que yo te dije todo esto, ni que ellos le quieren quitar el dinero a
Miguel, el es un tonto, déjalo solo y todo lo que Miguel ha dicho acerca de
cada uno, solamente preocúpate por vos mismo y por las nenas, mientras nosotros
tengamos nuestro dinero para las nenas…”
***
La escena final fue en “El Trébol”
Mateo Banks llamó a la puerta de la
habitación de Miguel y Julia. Cuando ella lo atendió, le dijo que no se sentía bien y le pidió un
té. Julia se levantó para asistir a su cuñado, pero él se le anticipó y le
disparó en el pecho por sorpresa en el corredor de la casa.
Al oír la detonación Miguel intentó
levantarse, pero desde la puerta Mateo le efectuó un disparo hiriéndolo en el
abdomen. Los gritos de Cecilia, que se había asomado a la galería al oír la
balacera, distrajeron al asesino por unos segundos, pero se volvió hacia su
hermano y le gatilló una vez más, rematándolo.
Inocentemente, en vez de buscar amparo,
Cecilia se apresuró a socorrer a su tía Julia que agonizaba en el suelo. Esa
fue su última acción. Desde el vano de la
puerta su tío la baleó en el brazo y el pecho, matándola en el acto.
***
“… Buenos deseos y plegarias, son
buenos, no como esto. Los curas y las monjas dicen muchas mentiras (…) Querido
Denis, vos me creerás cuando hable con vos todo, Mary Ellen te enviará esto a
vos o su esposo. Pobre Mary Ellen, me trajo muchas cosas, debo pagarle a ella
cuando vengas, aquí no tengo mi vestido nuevo ni mi blusa para usar, me podrías
comprar una cuando vengas? Tengo una de seda vieja, toda desgarrada...”
***
La despiadada matanza había comenzado en
“La Buena Suerte” a la una y cuarto de la tarde del martes 18 de abril de 1922.
Terminó quince horas más tarde cuando en “El Trébol” se oyó el último disparo
que acabó con la vida de la octava víctima, una niña de catorce años. Mateo
Banks fue bautizado por la opinión pública como “la Bestia de Parish” tras
asesinar a sangre fría a ocho personas, entre ellos seis familiares. Sólo dos
niñas sobrevivieron. La hija del peón Ercilia Gaitán y Anita Banks. La primera
se salvó para convertirse en la coartada de Mateo, ya que intentó culpar a los
peones de los crímenes y por lo tanto no era coherente que Juan Gaitán asesine
a su propia hijita. La segunda, Anita, sobrevivió por ser tan pequeña y no
poder atestiguar; además, por encontrarse su madre internada no podía ser
“eliminada”, es decir, que aunque matase a la niña,
Mateo no poseería su fracción de la herencia.
***
“Vení a buscarme, así los cuido bien a
vos y a las nenas, esto es demasiado para mí. Tommy estuvo aquí el domingo por
unos minutos y nunca me dijo ni una palabra acerca de cuándo me puedo ir a casa
(…). Besos a vos y a las nenas, y cariños a María Ana.”
***
Cabe aclarar que en la carta que Sara
escribe desde el hospicio, menciona a “Tommy” quien fuera su médico allí, a
Mary Ellen su amiga, y el joven Dr. Pintos es Adolfo (hijo del recordado y
destacado Ángel Pintos), quien, irónicamente, fue el encargado de realizar las
autopsias a las ocho víctimas.
Catalina Banks, la única de los hermanos
que salvó su vida por encontrarse casada y radicada en Buenos Aires, volvió a
Azul presentándose como única heredera. Los trámites fueron extensos, pero se
concretaron.
Anita Banks no volvió a ver a su madre
ni a tener noticias de ella. Al poco tiempo de los crímenes fue adoptada por un
matrimonio azuleño y cambió su apellido. Luego, por el acoso periodístico y
popular, se trasladaron a Bahía Blanca para intentar borrar el pasado. Años
después, Anita contrajo matrimonio y tuvo dos hijos, falleciendo hace más de
diez años.
Sarah Kearney Keena de Banks permaneció recluida en el Hospital Nacional de
Alienados “Alejandro Korn” de la localidad de Melchor Romero hasta sus últimos
días sin creer nunca en el trágico final que tuvo su familia.
Siete de las ocho víctimas de Mateo Banks. Aún le faltaba a la policía hallar el cadáver de uno de los peones.
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