domingo, 12 de abril de 2020

La Revolución Radical del ’93 desde Azul

La Revolución Radical del ’93 desde Azul


Por Eduardo Agüero Mielhuerry


El 30 de julio de 1893, procedente de Las Flores, Hipólito Yrigoyen arribó de incógnito en tren a Azul…
Desde la Revolución de 1890, la Unión Cívica se presentaba ante la sociedad como una organización política que proponía una nueva forma de hacer política. Pero en su seno se percibían notables diferencias entre sus dos conductores. Los objetivos de Leandro N. Alem y Bartolomé Mitre eran notablemente diferentes. Sólo coincidían en expulsar a Miguel Juárez Celman del gobierno. Pero mientras Alem luchaba por elecciones libres y transparencia gubernativa, el mitrismo, aliado con el roquismo, pretendía recuperar el poder para colocarlo en manos confiables que aseguraran que nada cambiaría.
La Unión Cívica Radical se orientó hacia la intransigencia. Sus dirigentes negaron la legitimidad del acuerdo entre mitristas y roquistas y decidieron pasar a la resistencia.
A principios de julio de 1893 se realizó una importante reunión entre el ministro del Interior, el cívico Aristóbulo Del Valle, Leandro N. Alem y Bernardo de Irigoyen. Los dos líderes radicales se esforzaron por convencer a Del Valle para que diera un golpe de Estado y asumiera el gobierno con el apoyo del radicalismo. El ministro se negó para “no sentar un funesto precedente”. Fracasada esta gestión la Unión Cívica Radical se lanzó a la lucha revolucionaria.
En su campo “El Trigo”, ubicado en el Partido de Las Flores, Hipólito Yrigoyen se había retraído un tiempo atrás pergeñando su revolución contra un régimen político fraudulento y autoritario que, según su visión, hundía al país en una profunda crisis política, social y económica. Tras un importante esfuerzo logró reunir un gran número de hombres a los cuales se ocupó de armar.


¡La Revolución en marcha!


La Revolución del ’93 fue la primera en concretarse en la provincia de Buenos Aires y comenzó, tal como lo había decidido el “Peludo”, con la toma de la ciudad de Azul. Aquel frío día invernal Yrigoyen llegó con una considerable fuerza revolucionaria armada con la cual buena parte del pueblo azuleño hizo causa común “porque el gobierno municipal era un semillero de escándalos y latrocinios” de la mano de los hermanos Manuel y Evaristo Toscano.
Las autoridades municipales y los toscanistas se atrincheraron en el Palacio Municipal. De hecho, la policía –adicta mayoritariamente al régimen-, y civiles se apostaron en los techos del edificio y en los de diversos domicilios a lo largo de las calles Alsina (actual Yrigoyen) y San Martín, esperando la marcha de los revolucionarios.
Pero, como as en la manga, Yrigoyen había traído en el tren un valioso rehén: ni más ni menos que Evaristo Toscano, el conflictivo diputado e intendente de Azul que había sido capturado en Las Flores.
El Dr. Yrigoyen decidió enviar emisarios para intimar a los que defendían la Municipalidad, para que se rindieran. La negativa a deponer las armas fue rotunda. Un segundo intento de los revolucionarios tuvo la misma respuesta. La tercera vez, los enviados de Yrigoyen llevaron una carta de puño y letra de Evaristo Toscano, dirigida a su hermano Manuel pidiéndole que se rindiera ya que era inútil cualquier resistencia porque toda la Provincia había caído en manos revolucionarias. Si no lo hacían, aclaraban que marcharían al Palacio Municipal con Evaristo como escudo al frente de la columna radical. Manuel Toscano, que organizaba la resistencia, no tuvo otra alternativa que deponer su actitud.
A las 10 de la mañana los revolucionarios tomaron la Municipalidad en medio de ovaciones.


El “Gorra colorada”


Hipólito Yrigoyen armó una comisión y puso al frente de la Comisaría al “Gorra Colorada”, el comisario Luis Aldaz, quien supo con habilidad persuadir a los que se resistían.
El doctor Narciso Mallea, como testigo de los episodios, un tiempo después hizo una extensa descripción de los mismos destacando: “Hipólito Yrigoyen está en el centro de un montón de gentes envuelto en una enorme humareda, todos fumaban, menos ‘el cristo mudo’. Viste de chaqué. Está como si tuviera que dictar su clase en la Escuela Normal… Se ve en él una severa energía; no levanta la voz, ordena sin descompostura. Una boina se mueve por encima de todas las cabezas, es el Comisario Luis Aldaz… que ha venido a incorporarse a Yrigoyen..
En Azul, que era un pueblo fundamentalmente mitrista, el radicalismo no tenía caudal político. Pero la revolución pudo triunfar, paradójicamente, gracias al apoyo de los seguidores del general Bartolomé Mitre que constituyeron los contingentes más numerosos para la lucha.
Con el doctor Isidoro Sayús en la Intendencia y Luis Aldaz en la Comisaría, Yrigoyen, la Junta Revolucionaria y la tropa radical pasaron a almorzar en la cancha de pelota de Miguel Olasagasti. Luego, Yrigoyen se fue tan silencioso como había llegado…


A paso firme…


Luego de pasar por Sierra Chica, los revolucionarios se dirigieron a Olavarría, que había sido tomada por el Dr. Ángel Pintos, a quien Yrigoyen, tras varias negociaciones, dejó al frente de la situación aunque no era radical. Dominada la ciudad vecina, las numerosas fuerzas, engrosadas con la policía de los sitios tomados, partieron a Temperley.
La revolución que se había iniciado simultáneamente en más de ochenta ciudades, triunfó en todas partes de la Provincia. El ejército radical llegó a contar con 8.000 hombres bien armados bajo el mando directo de Marcelo Torcuato de Alvear. El día 8 de agosto tomaron la Capital e instalaron como Gobernador provisorio a Juan Carlos Belgrano (vinculado familiarmente a Azul).


Revolucionario hasta los huesos


El comandante Matías Barragán y Miñana, integró el grupo de vecinos que se sumó fervientemente a la Revolución mediante la cual pretendieron retomar el orden institucional. A pesar de que en aquella época ya era un “noble anciano”, que al paso de los años y de las ingratitudes de la Patria, bien podría haberse mantenido ajeno a todo lo que significara un sacrificio, desde que él sirviéndola solo había conquistado pobreza, después de gastar toda su fortuna al servicio de las caras afecciones del suelo nativo.
Una fotografía, tomada en 1893, presenta al viejo luchador ciñendo la gloriosa espada que el pueblo del Azul le regalara en 1871, y la cual sacara a relucir para defender la Constitución en el referido movimiento cívico, bajo la égida patriótica de la Unión Cívica Radical, cuya escarapela ostentaba orgulloso y consciente de los importantes cambios que acarrearía aquella revolución.


Otro destacado


Paulino Rodríguez Ocón estaba radicado en Azul desde 1876. Había instalado su estudio de procurador y martillero de hacienda, teniendo, además, otro en la ciudad de Buenos Aires. Actuó en la Revolución del ’90 y, adherente al yirigoyenismo, portando su Winchester y con boina blanca, participó activamente de la Revolución Radical del ’93 en Azul. Posteriormente integró el Subcomité Radical “Diputado Nacional Gumersindo L. Cristobó”. Vinculado a políticos, escritores y artistas de todo tipo, poseía una vida social muy nutrida que intercalaba entre Buenos Aires y Azul. Su relación con el periodismo comenzó mediante contribuciones esporádicas y artículos ocasionales. Así, la vocación periodística fue ganando progresivamente sus intereses hasta transformarlo, casi exclusivamente, en redactor, sucesivamente, de los periódicos azuleños “El Pueblo”, “El Imparcial” y “La Razón”.


El desenlace


Cuando ya se celebraba el triunfo de la Revolución, sus dirigentes cometieron varios errores que los llevaron a la derrota. En primer lugar, Aristóbulo del Valle se negó a dar un golpe de estado y desplazar al Presidente Sáenz Peña, como le reclamaban Leandro Alem y el grueso de los dirigentes radicales. Del Valle se negó a violar la Constitución y preparó un plan legal, por el cual intervino las principales provincias para luego garantizar elecciones libres. El Senado aprobó las intervenciones, pero la Cámara de Diputados no, y de ese modo hizo fracasar el plan.
El segundo error se produjo cuando Hipólito Yrigoyen liberó a Carlos Pellegrini, uno de los líderes clave del autonomismo oficialista, que había sido apresado en Haedo por los revolucionarios. Una vez liberado, se dirigió a la Capital y reorganizó las fuerzas del oficialismo.
Finalmente, el tercer error se produjo cuando, inexplicablemente, Aristóbulo del Valle decidió abandonar la Casa Rosada y dirigirse a Temperley donde estaba acampado el ejército radical revolucionario para estar presente en el momento de la entrega de las armas. Así, el 11 de agosto, Carlos Pellegrini y Julio A. Roca aprovecharon astutamente los proyectos de intervención que aquel había mandado al Congreso, para hacer aprobar la intervención de las provincias de Buenos Aires, San Luis y Santa Fe, ahora en poder de gobiernos revolucionarios.
Enterado el radicalismo de la intervención, su única alternativa era que Aristóbulo del Valle desconociera la ley del Congreso y marchara a Buenos Aires con el ejército radical. Alem se lo pidió encarecidamente. Pero predominaron los principios legales de Aristóbulo del Valle y presentó su renuncia al gabinete el 12 de agosto, siendo reemplazado por el roquista Manuel Quintana.

El 25 de agosto de 1893 el Comité Provincia de la Unión Cívica Radical decidió entregar las armas. Aparentemente la Revolución había fracasado. Sin embargo, había encendido la voz de alarma en el seno del régimen fraudulento gobernante, el cual haría su mayor esfuerzo para perpetuarse en el poder, pero no lo lograría por mucho más tiempo…



Matías Barragán y Miñana

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