domingo, 12 de abril de 2020

¿Pedro Burgos o Cristóbal Colón?

¿Pedro Burgos o Cristóbal Colón?


Por Eduardo Agüero Mielhuerry

           
            El doctor Adolfo Alsina estuvo en Azul en reiteradas oportunidades, ejerciendo diferentes cargos gubernamentales. Las primeras visitas que realizó fueron como Gobernador de la provincia de Buenos Aires (1866-1868). Como Vicepresidente de la República anduvo por estos pagos varias veces casi de incógnito, despertando igualmente el encono de sus opositores. Aunque había en nuestro pueblo un sector identificado profundamente con él, el resto de los azuleños miraba con recelo al político que poseía un fuerte perfil populista, el cual provocaba el resquemor de muchos.
            Varios escritos de la época concuerdan en que Azul respondía a la presencia de Alsina con cierta antipatía (nuestro pueblo fue originariamente “rosista” y luego “mitrista”), empero a pesar de la dicotomía planteada, Alsina prosiguió con su plan y acabó beneficiando a nuestra comunidad con dos avances “tecnológicos” que marcaron un punto de inflexión en nuestros pagos. De la mano del Ministerio de Guerra y Marina –que él conducía- llegaron el Telégrafo y el Ferrocarril.
            El día 11 de abril de 1876 el ministro de Guerra y Marina, Dr. Adolfo Alsina, se hizo presente en Azul para habilitar la Oficina Telegráfica. La línea de telégrafo arrancaba desde el Ministerio de Guerra, hasta la Plaza Constitución del F.C.S. y desde allí hasta la Estación Azul, recorriendo en total 317 kilómetros y 875 metros.
            Al mismo tiempo, se inició la etapa previa en el proceso de construcción de los ramales ferroviarios entre el Ministerio de Guerra – Estación Constitución y Estación Azul- Comandancia de frontera.


El tren y “Colón”


Como miembro de la Corporación Municipal, la que llegó a presidir, Ceferino Peñalva, dirigió la comisión conformada para realizar los festejos por la llegada del Ferrocarril.
Durante los meses previos se suscitaron diversos debates sobre el lugar exacto donde debía instalarse la estación, llegando muchos vecinos a considerar que la misma tenía que construirse frente a la Plaza Mayor. Sin embargo, esta posición fue desechada…
Decidido el lugar, se construyó una modesta estación en las “afueras” del pueblo. Por otra parte, el Municipio ordenó el arreglo de las calles IX y X (actuales San Martín e Hipólito Yrigoyen), incitó a los vecinos a blanquear los frentes de sus viviendas y “hermosearlos” y ordenó “carpir” la Plaza central.
El arribo del tren se produjo finalmente el 9 de julio de 1876. La comunidad se revolucionó considerablemente. Aquél día muchos azuleños se agolparon para presenciar la llegada del convoy en una fría mañana invernal que terminó con un almuerzo a la criolla. Azul no volvió a ser el mismo…
Recién en 1878 por iniciativa -una vez más- de la Corporación Municipal y de algunos vecinos, se organizó una suscripción pública para convertir la otrora Plaza Mayor o “Plaza de las Carretas” en un elegante paseo.
El espacio fue parquizado. Se trazaron dos senderos en cruz y dos senderos diagonales desde las esquinas que se cruzaban en el centro de la manzana delimitando ocho canteros. Inmediatamente se plantaron acacias dealbata (conocida como aromo o acacia mimosa), eucaliptos y otras especies más pequeñas. Finalmente, con una nueva fisonomía, también recibió el flamante nombre de “Plaza Colón”, en homenaje a Cristóbal Colón (Génova, 31 de octubre de 1451 - Valladolid, 20 de mayo de 1506) quien fuera navegante, cartógrafo, almirante, virrey y gobernador general de las Indias Occidentales al servicio de la Corona de Castilla, pero sobre todo recordado por haber realizado el “descubrimiento” de América, el 12 de octubre de 1492, al llegar a la isla de Guanahani, actualmente en las Bahamas.


¿Pedro Burgos o Cristóbal Colón?


Apenas iniciado el siglo XX, la Plaza Colón fue remodelada por el paisajista Carlos Thays y el artista Carlos Dusio construyó -en torno a una farola de fundición preexistente-, un grupo de Náyades que históricamente fueron mal llamadas “Nereidas”. Desde un principio, la obra de Dusio estaba prevista para perdurar en el centro de la Plaza por algún breve tiempo. Sin embargo, muchos vecinos notaban que aquél monumento se encaminaba a perpetuarse. En consecuencia, “El Imparcial” sacó a relucir la dicotomía planteada en la comunidad buscando que se decida entre un monumento al coronel Pedro Burgos o al almirante Cristóbal Colón. El 23 de septiembre de 1903, dos notas en el matutino fueron contundentes:

“ECOS. El monumento en la plaza Colón-. Se ha discutido poco, pero es bien conocido que hay dos bandos en que la opinión azuleña combate porque sea colocada en la plaza Colón la estatua del fundador del pueblo, coronel Burgos, ó la del ilustre genovés que dio al viejo mundo esta bella agregación que se llama América.
Nos sentimos llamados, al ocuparnos nuevamente de tan interesante asunto local, a dar nuestro voto y lo haremos en estas líneas al pasar mérito de las razones que cada uno de los luchadores esgrime como arma.
¿A quién corresponde, discuten, el honor de estar en el centro de la plaza Colón, en mármol o bronce, entre el fundador del pueblo y el descubridor de América?
La fundación del Azul es un hecho resultante de otros de mayor alcance, que no hay para que mentar; el descubrimiento de América es algo tan grande que los historiadores, poetas y demás hombres de genio que lo han medido, la humanidad civilizada entera, aun no han podido modelar en una forma precisa, tangente y cuadrada que simbolice su importancia y alcances, que resistan al análisis más fuerte del pensamiento más robusto que haya producido el mundo.
Entonces es Colón y no Burgos quien debe estar en el mármol de la plaza azuleña.
Empero, los grandes hechos humanos tienen sus grandes escenarios donde se representan perennemente: hay recuerdos de Colón en el nuevo mundo donde cada gran progresista y poderosa nación lo recuerdan a cada instante, como lo sueñan a diario hasta en los más pobres y apartados villeríos, los que balbucean la anagnosia del saber.
Y Burgos, como fundador de un pueblo donde se cultiva la semilla que legara el genio del descubridor, merece la remembranza estatuaria: él ha sido uno de tantos que clavaron jalones de vida y trabajo después, mucho después, del día en que Colón elevara el primer remo de madera europea en la bella Guanahaní.
La disyuntiva es difícil, pues, y no habría argumentos bastantes a convencer a los partidarios de cada bando; vale decir que la sentencia siempre sería resistida si solo se oyera a los litigantes.
Una resolución aceptada por todos da, a pesar de las encontradas opiniones, la pauta a seguir para que no degenere en cuestión aldeana si ha de ser Colón o Burgos el que ocupe en efigie el centro de la plaza azuleña: el nombre de la plaza misma.
Al coronel Burgos ha de levantarle otro monumento, donde sea conveniente, la gratitud de los azuleños y la veneración de los argentinos, pues fue un servidor de la patria, de esta patria que rara vez olvida a los que por su libertad o engrandecimiento sudaron sus fatigas o derramaron su sangre.
Es nuestra modesta opinión.”

La segunda era más directa e inclusive fustigaba a los azuleños haciendo mención al monumento erigido en Olavarría:

“UN PROYECTO OLVIDADO. El monumento en la Plaza Colón-. Hemos recibido una atenta carta ayer, preguntándonos en que quedó el proyecto de erección de un monumento en la plaza Colón, que substituya a la fuente actual.
Pues en la nada. La iniciativa es bella, plausible, digna de prestigiarse; pero ha caído completamente en el vacío.
Se realizará seguramente algún día, tal vez a expensas de la municipalidad, porque en el Azul existe la mala costumbre de esperarlo todo de las iniciativas del gobierno comunal, siendo muy raro que el vecindario reivindique para sí dichas iniciativas y las lleve a efecto, con prescindencia de las autoridades.
En otras localidades no ocurre lo mismo.
Olavarría, por ejemplo, ha levantado, por iniciativa de un grupo de vecinos y por subscripción popular, un hermoso monumento de granito y bronce, a la memoria del prócer de la independencia cuyo nombre lleva.
La municipalidad tuvo escasa participación en la realización de esa obra a la vez patriótica y de ornato, que costó alrededor de 10.000 pesos, reunidos en la forma que hemos dicho, con poco trabajo.”

Pocos días más tarde, el 27 de septiembre, en el mismo periódico se defendía la idea de homenajear al santafesino fundador de nuestro pueblo:

El monumento que reclama el Azul-. Hemos tenido el placer de leer el artículo que publica “El Imparcial” el 23 del corriente, relativo a una simpática iniciativa que no fue suficientemente discutida y prestigiada cuando se trajo, en otro momento, al comentario de la prensa local. Se trata del monumento que reclama nuestra plaza principal.
Creemos que ha llegado el momento de provocar una discusión amplia, a fin de interesar el sentimiento público y ver modo de llevar a la práctica la plausible iniciativa.
‘El Imparcial’, tratando de dar forma a la idea, se hace eco de las diferentes opiniones que se conocen, poniendo de relieve que hay partidarios por una estatua que consagre la memoria del coronel Burgos, fundador del Azul, y partidarios de una estatua o monumento a Colón.
Indudablemente, muy buenas son las razones en que se apoyan los que piensan que corresponde el homenaje al descubridor de América, pero no son menos atendibles y fundamentales los que asisten a los que desean perpetuar la memoria del humilde cuanto glorioso fundador del Azul.
Somos de los que creemos que el honor corresponde al coronel Burgos. Es más, participamos de la iniciativa en ese sentido.
El municipio del Azul debe ese homenaje de gratitud a su héroe local, como la nación, la América y aún el mundo lo deben a Colón. Este es demasiado grande para la humilde plaza de la comuna azuleña; estará su estatua fuera de lugar: la memoria del intrépido navegante vive en el corazón de todo hombre civilizado y está perpetuada en la humanidad misma, mientras que el obscuro soldado, fundador de pueblos, que hacía compatible en otros años la gloriosa carrera bélica con los fecundos labores del hombre de estado, tiene una historia local, absolutamente limitada, y corresponde al Azul, cumpliendo altos deberes, exteriorizar su gratitud en el mármol ó en el bronce, a fin de reparar una injusticia de que no somos capaces conscientemente. Voto por la estatua al coronel Burgos. Un vecino.”


Ni uno, ni otro. Al final San Martín


En definitiva, nunca se concretó homenaje alguno a Cristóbal Colón. Y es importante remarcar que aunque la idea de homenajear al fundador de Azul fue reflotada y discutida en varias oportunidades, el monumento recién se concretó de la mano de la artista Susana Vilardebó y se inauguró en el nicho derecho del Palacio Municipal, el 16 de diciembre de 1979. En el nicho izquierdo se colocó el mismo día uno de Adolfo Alsina realizado también Vilardebó, aunque el mismo fue destruido hace algunos años y no se lo ha restaurado y restituido.

Recién en octubre de 1939 fue emplazada, en la flamante obra del arquitecto e ingeniero Francisco Salamone, la estatua ecuestre del General San Martín.



Las Náyades –mal llamadas Nereidas-, construidas por el artista Carlos Dusio, desde el principio, estaban previstas para durar un breve tiempo en el centro de la Plaza Colón. La idea era homenajear a algún personaje histórico y de relevancia a través de una estatua de mármol o bronce. 

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