¿Pedro
Burgos o Cristóbal Colón?
Por
Eduardo Agüero Mielhuerry
El doctor Adolfo Alsina estuvo en
Azul en reiteradas oportunidades, ejerciendo diferentes cargos gubernamentales.
Las primeras visitas que realizó fueron como Gobernador de la provincia de
Buenos Aires (1866-1868). Como Vicepresidente de la República anduvo por
estos pagos varias veces casi de incógnito, despertando igualmente el encono de
sus opositores. Aunque había en nuestro pueblo un sector identificado
profundamente con él, el resto de los azuleños miraba con recelo al político
que poseía un fuerte perfil populista, el cual provocaba el resquemor de
muchos.
Varios escritos de la época
concuerdan en que Azul respondía a la presencia de Alsina con cierta antipatía
(nuestro pueblo fue originariamente “rosista” y luego “mitrista”), empero a
pesar de la dicotomía planteada, Alsina prosiguió con su plan y acabó
beneficiando a nuestra comunidad con dos avances “tecnológicos” que
marcaron un punto de inflexión en nuestros pagos. De la mano del Ministerio de
Guerra y Marina –que él conducía- llegaron el Telégrafo y el Ferrocarril.
El día 11 de abril de 1876 el
ministro de Guerra y Marina, Dr. Adolfo Alsina, se hizo presente en Azul para
habilitar la Oficina
Telegráfica. La línea de telégrafo arrancaba desde el
Ministerio de Guerra, hasta la Plaza Constitución del F.C.S. y desde allí hasta la Estación Azul ,
recorriendo en total 317
kilómetros y 875 metros .
Al mismo tiempo, se inició la etapa
previa en el proceso de construcción de los ramales ferroviarios entre el
Ministerio de Guerra – Estación Constitución y Estación Azul- Comandancia de
frontera.
El tren y “Colón”
Como miembro de la Corporación Municipal ,
la que llegó a presidir, Ceferino Peñalva, dirigió la
comisión conformada para realizar los festejos por la llegada del Ferrocarril.
Durante los meses previos se
suscitaron diversos debates sobre el lugar exacto donde debía instalarse la
estación, llegando muchos vecinos a considerar que la misma tenía que
construirse frente a la
Plaza Mayor. Sin embargo, esta posición fue desechada…
Decidido el lugar, se construyó una
modesta estación en las “afueras” del pueblo. Por otra parte, el Municipio
ordenó el arreglo de las calles IX y X (actuales San Martín e Hipólito
Yrigoyen), incitó a los vecinos a blanquear los frentes de sus viviendas y “hermosearlos” y ordenó “carpir” la Plaza central.
El arribo del tren se produjo
finalmente el 9 de julio de 1876. La comunidad se revolucionó
considerablemente. Aquél día muchos azuleños se agolparon para presenciar la
llegada del convoy en una fría mañana invernal que terminó con un almuerzo a la
criolla. Azul no volvió a ser el mismo…
Recién en 1878 por
iniciativa -una vez más- de la Corporación Municipal y de algunos vecinos, se
organizó una suscripción pública para convertir la otrora Plaza Mayor o “Plaza de las Carretas” en un elegante paseo.
El espacio fue
parquizado. Se trazaron dos senderos en cruz y dos senderos
diagonales desde las esquinas que se cruzaban en el centro de la
manzana delimitando ocho canteros. Inmediatamente se plantaron acacias dealbata
(conocida como aromo o acacia mimosa), eucaliptos y otras especies más
pequeñas. Finalmente, con una nueva fisonomía, también recibió el flamante
nombre de “Plaza Colón”, en homenaje a Cristóbal Colón (Génova,
31 de octubre de 1451 - Valladolid, 20 de mayo de 1506) quien fuera navegante,
cartógrafo, almirante, virrey y gobernador general de las Indias Occidentales
al servicio de la Corona
de Castilla, pero sobre todo recordado por haber realizado el “descubrimiento”
de América, el 12 de octubre de 1492, al llegar a la isla de Guanahani,
actualmente en las Bahamas.
¿Pedro Burgos o Cristóbal Colón?
Apenas iniciado
el siglo XX, la Plaza Colón fue remodelada por el paisajista Carlos
Thays y el artista Carlos Dusio construyó -en torno a
una farola de fundición preexistente-, un grupo de Náyades que históricamente fueron
mal llamadas “Nereidas”. Desde un principio, la obra de Dusio estaba prevista
para perdurar en el centro de la Plaza por algún breve tiempo. Sin embargo,
muchos vecinos notaban que aquél monumento se encaminaba a perpetuarse. En
consecuencia, “El Imparcial” sacó a
relucir la dicotomía planteada en la comunidad buscando que se decida entre un
monumento al coronel Pedro Burgos o al almirante Cristóbal
Colón. El 23 de septiembre de 1903, dos notas en el matutino fueron
contundentes:
“ECOS.
El monumento en la plaza Colón-. Se
ha discutido poco, pero es bien conocido que hay dos bandos en que la opinión
azuleña combate porque sea colocada en la plaza Colón la estatua del fundador
del pueblo, coronel Burgos, ó la del ilustre genovés que dio al viejo mundo
esta bella agregación que se llama América.
Nos
sentimos llamados, al ocuparnos nuevamente de tan interesante asunto local, a
dar nuestro voto y lo haremos en estas líneas al pasar mérito de las razones
que cada uno de los luchadores esgrime como arma.
¿A
quién corresponde, discuten, el honor de estar en el centro de la plaza Colón,
en mármol o bronce, entre el fundador del pueblo y el descubridor de América?
La
fundación del Azul es un hecho resultante de otros de mayor alcance, que no hay
para que mentar; el descubrimiento de América es algo tan grande que los
historiadores, poetas y demás hombres de genio que lo han medido, la humanidad
civilizada entera, aun no han podido modelar en una forma precisa, tangente y
cuadrada que simbolice su importancia y alcances, que resistan al análisis más
fuerte del pensamiento más robusto que haya producido el mundo.
Entonces
es Colón y no Burgos quien debe estar en el mármol de la plaza azuleña.
Empero,
los grandes hechos humanos tienen sus grandes escenarios donde se representan
perennemente: hay recuerdos de Colón en el nuevo mundo donde cada gran
progresista y poderosa nación lo recuerdan a cada instante, como lo sueñan a
diario hasta en los más pobres y apartados villeríos, los que balbucean la
anagnosia del saber.
Y
Burgos, como fundador de un pueblo donde se cultiva la semilla que legara el
genio del descubridor, merece la remembranza estatuaria: él ha sido uno de
tantos que clavaron jalones de vida y trabajo después, mucho después, del día
en que Colón elevara el primer remo de madera europea en la bella Guanahaní.
La
disyuntiva es difícil, pues, y no habría argumentos bastantes a convencer a los
partidarios de cada bando; vale decir que la sentencia siempre sería resistida
si solo se oyera a los litigantes.
Una
resolución aceptada por todos da, a pesar de las encontradas opiniones, la
pauta a seguir para que no degenere en cuestión aldeana si ha de ser Colón o
Burgos el que ocupe en efigie el centro de la plaza azuleña: el nombre de la
plaza misma.
Al
coronel Burgos ha de levantarle otro monumento, donde sea conveniente, la
gratitud de los azuleños y la veneración de los argentinos, pues fue un
servidor de la patria, de esta patria que rara vez olvida a los que por su
libertad o engrandecimiento sudaron sus fatigas o derramaron su sangre.
Es
nuestra modesta opinión.”
La segunda era
más directa e inclusive fustigaba a los azuleños haciendo mención al monumento
erigido en Olavarría:
“UN
PROYECTO OLVIDADO. El monumento en la Plaza Colón-. Hemos
recibido una atenta carta ayer, preguntándonos en que quedó el proyecto de
erección de un monumento en la plaza Colón, que substituya a la fuente actual.
Pues
en la nada. La iniciativa es bella, plausible, digna de prestigiarse; pero ha
caído completamente en el vacío.
Se
realizará seguramente algún día, tal vez a expensas de la municipalidad, porque
en el Azul existe la mala costumbre de esperarlo todo de las iniciativas del
gobierno comunal, siendo muy raro que el vecindario reivindique para sí dichas
iniciativas y las lleve a efecto, con prescindencia de las autoridades.
En
otras localidades no ocurre lo mismo.
Olavarría,
por ejemplo, ha levantado, por iniciativa de un grupo de vecinos y por
subscripción popular, un hermoso monumento de granito y bronce, a la memoria
del prócer de la independencia cuyo nombre lleva.
La
municipalidad tuvo escasa participación en la realización de esa obra a la vez
patriótica y de ornato, que costó alrededor de 10.000 pesos, reunidos en la
forma que hemos dicho, con poco trabajo.”
Pocos
días más tarde, el 27 de septiembre, en el mismo periódico se defendía la idea
de homenajear al santafesino fundador de nuestro pueblo:
“El
monumento que reclama el Azul-. Hemos tenido el placer de leer el
artículo que publica “El Imparcial” el 23 del corriente, relativo a una
simpática iniciativa que no fue suficientemente discutida y prestigiada cuando
se trajo, en otro momento, al comentario de la prensa local. Se trata del
monumento que reclama nuestra plaza principal.
Creemos que ha llegado el momento de provocar
una discusión amplia, a fin de interesar el sentimiento público y ver modo de
llevar a la práctica la plausible iniciativa.
‘El Imparcial’, tratando de dar forma a
la idea, se hace eco de las diferentes opiniones que se conocen, poniendo de
relieve que hay partidarios por una estatua que consagre la memoria del coronel
Burgos, fundador del Azul, y partidarios de una estatua o monumento a Colón.
Indudablemente, muy buenas son las
razones en que se apoyan los que piensan que corresponde el homenaje al descubridor
de América, pero no son menos atendibles y fundamentales los que asisten a los
que desean perpetuar la memoria del humilde cuanto glorioso fundador del Azul.
Somos de los que creemos que el honor
corresponde al coronel Burgos. Es más, participamos de la iniciativa en ese
sentido.
El municipio del Azul debe ese homenaje
de gratitud a su héroe local, como la nación, la América y aún el mundo lo
deben a Colón. Este es demasiado grande para la humilde plaza de la comuna
azuleña; estará su estatua fuera de lugar: la memoria del intrépido navegante
vive en el corazón de todo hombre civilizado y está perpetuada en la humanidad
misma, mientras que el obscuro soldado, fundador de pueblos, que hacía
compatible en otros años la gloriosa carrera bélica con los fecundos labores
del hombre de estado, tiene una historia local, absolutamente limitada, y
corresponde al Azul, cumpliendo altos deberes, exteriorizar su gratitud en el
mármol ó en el bronce, a fin de reparar una injusticia de que no somos capaces
conscientemente. Voto por la estatua al coronel Burgos. Un vecino.”
Ni uno, ni
otro. Al final San Martín
En definitiva,
nunca se concretó homenaje alguno a Cristóbal Colón. Y es importante remarcar
que aunque la idea de homenajear al fundador de Azul fue reflotada y discutida
en varias oportunidades, el monumento recién se concretó de la mano de la
artista Susana Vilardebó y se inauguró en el nicho derecho del Palacio
Municipal, el 16 de diciembre de 1979. En el nicho izquierdo se colocó el
mismo día uno de Adolfo Alsina realizado también Vilardebó, aunque el mismo fue
destruido hace algunos años y no se lo ha restaurado y restituido.
Recién en octubre de 1939 fue
emplazada, en la flamante obra del arquitecto e ingeniero Francisco Salamone,
la estatua ecuestre del General San Martín.
Las
Náyades –mal llamadas Nereidas-, construidas por el artista Carlos Dusio, desde
el principio, estaban previstas para durar un breve tiempo en el centro de la
Plaza Colón. La idea era homenajear a algún personaje histórico y de relevancia
a través de una estatua de mármol o bronce.
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