El año en que todo comenzó…
El 5 de abril de 1832, el
gobierno de la provincia de Buenos Aires y el agrimensor Francisco Mesura
celebraron un contrato por el cual éste último debía ejecutar en el Arroyo
Azul trabajos de mediciones consistentes en:
1°) Traza
del Nuevo Pueblo del Arroyo Azul (…)
2°)
Mensura y distribución de las suertes de estancia (…)
El 9 de
junio de 1832, el gobernador bonaerense Juan Manuel de Rosas puso
en vigencia el decreto de su antecesor Viamonte por el que se concedían tierras
“en propiedad”, suspendiendo, en consecuencia, la aplicación de la Ley de
Enfiteusis. Sesenta leguas cuadradas
en torno al Fuerte Federación y cien leguas cuadradas en torno de las
nuevas guardias Argentina, Blanca y Mayo serían concedidas a través de suertes
de estancia. A los tradicionales argumentos de colonizar militarmente la
frontera se sumaba ahora otro de valor político: premiar a los partidarios de
Rosas.
El
Decreto (Registro Oficial – Libro II) establecía:
“Estando
dispuesto por el Decreto dar y recibir, bajo las condiciones determinadas en
él, suertes de estancias en propiedad, compuestas cada una media legua de
frente, y legua y media de fondo en la nueva línea de frontera, en el Arroyo Azul (…). El Gobierno ha acordado y decreta:
Art
1: Para el
repartimiento cómodo de la tierra en propiedad, entre los pobladores que
concurriesen a establecerse bajo protección del Fuerte Federación, se adjudican a éste cuatro leguas de ejido a
cada uno de los cuatro vientos principales, de modo que el ejido forme un
cuadrado de ocho leguas de largo.
Rosas
estableció la necesidad de constituir una población regular en el Arroyo Azul
para la puesta en producción agropecuaria y la defensa del nuevo territorio
oficial frente a las comunidades nativas, con las cuales inició una política
conciliatoria de “negocios pacíficos con
los indios”. Estas comunidades fueron numéricamente importantes, tanto en
capacidad militar como en estructuras familiares, y su alianza con el gobierno
contribuyó a generar una coyuntura relativamente estable en la frontera durante
el período rosista.
El
Gobernador otorgó cuatro leguas de tierra para la construcción del ejido del
pueblo, que no se permitiría que fuesen disputadas por los pobladores. Se
propuso la anulación de los derechos de los enfiteutas, cuyas tierras
estuvieron comprendidas en el área del ejido, a cambio de su compensación con
una o dos “suertes de estancias” en propiedad. Los donatarios de las suertes,
además de ser mayoría en la estructura agraria local, fueron autoridades,
parientes directos de Rosas y productores pequeños y medianos provenientes de
distintas regiones de la campaña.
En
Azul el pueblo se estableció sobre el área ocupada por las tribus de Venancio.
En diciembre de
1832, el coronel de milicias Pedro Burgos, amigo y compadre de
Rosas, fue el primer encargado de distribuir las “suertes de estancias” y una
autoridad importante como Juez de Paz. Salió de su estancia Laguna de los Milagros,
en la zona del Salado, desde donde un colaborador suyo escribió una primera
carta a Rosas detallando los preparativos y haciendo consultas, e inició el
viaje hacia el Arroyo Azul.
El agrimensor Mesura
tuvo a su cargo proyectar la formación del pueblo y enclavar el primer jalón en
lo que actualmente es la Plaza
San Martín. Dibujó los planos y redactó
una memoria explicativa de éstos, que son la descripción del comienzo del
poblado. Asimismo, dividió los terrenos adyacentes en chacras y suertes de estancias
para ser repartidos entre los primeros pobladores.
El
fuerte estaba situado en el lugar que hoy ocupa la Municipalidad ,
rodeado por un foso. Tenía paredes de adobe, cuatro cañones y un mangrullo.
Enfrente estaban la plaza principal, la capilla (en el mismo lugar donde hoy se
erige la Catedral )
y al lado de ella la escuela y el antiguo Juzgado de Paz. Los ranchos eran de
adobe con techo de paja y pisos de tierra.
Las misivas del génesis
En dos cartas dirigidas por
Mesura al gobernador Juan Manuel de Rosas, le brinda a su “Patrón” interesantes
detalles del incipiente Azul. Ambas fueron fechadas el 3 de enero de 1833:
“…Comisionado
por V.E. para la traza del Pueblo y Suertes de Estancias en el Arroyo Azul, di
principio a la operación el 6 del próximo pasado y el veinte del mismo quedó
concluida la parte del Pueblo encerrada en el foso que comprenden doscientos
ocho solares de 50 varas de fondo con
igual frente. Al mismo tiempo que hacía la delineación, el Sr. Comandante Don
Pedro Burgos fue formando los edificios públicos que son: Iglesia, Casa para el
Cura, Cuartel para la tropa, Escuela y cincuenta y dos ranchos para pobladores
entre los que se encuentran ya tres Comerciantes. A los 15 días de mi llegada
ya este parecía un pueblo; lo que es increíble; pero no estando concluido
todavía el foso que debe guardarlo, la noticia de una invasión de indios ha
puesto en la necesidad al Señor Comandante de Zanjear la plaza a fin de que los
pocos pobladores con que cuenta únicamente para su defensa se reúnan en ella en
caso necesario. La noticia de esta invasión ha causado demora en mis trabajos,
los que me ha ofrecido el Sr. Comandante se continuaran en el momento que sepa
algún resultado.
He
creído de mi deber cuenta a V. E. del estado de mis trabajos y las causas que
tengo para no proseguirlos por ahora. Dios nuestro Señor guíe la importante
vida de V.E. muchos años. Pueblo nuevo en el Arroyo Azul a distancia de la Sierra como a seis leguas a
N.E…”.
La segunda,
redactada en un tono más “afectivo” brinda otro tipo de detalles:
“…Mi
más estimado Patrón y Señor, de todo mi aprecio, hasta la fecha no me he
atrevido darle cuenta de la comisión que se ha servido encargarme; lo hago
ahora porque creo, debo ya hacerlo, y será con sujeción al diario que llevo
desde mi salida de esa Capital, en el cual he anotado todo para darle cuenta
exacta y clara de todo y en caso de que el Superior Gobierno desease verlo
todo, hallar una razón de todo, como igualmente anotación de algunos gastos
hechos en la formación del nuevo Pueblo.
El
día veinte del próximo pasado, he concluido con la formación del Pueblo,
delineación del foso, formón del potrero y demarcación, y amojonamiento del
terreno del Ejido del Pueblo. Y cuando me hallaba pronto para dar principio a
la formación de las Suertes de Estancias; resultó una novedad de Indios,
enemigos, que según noticias recibidas de Comandante del Tandil, han entrado
por la Sierra
de la Ventana ,
y tomaron para el Norte, a los cuales iban persiguiendo, el Coronel Valle, y
Delgado, siguiéndoles el rastro, más nosotros hasta la fecha nada sabemos del
resultado, más estando con tan pocas fuerzas como nos hallamos, nos fue de
precisa necesidad zanjear la
Plaza para nuestra defensa, en caso necesario, lo que se
verificó un poco más de un día, no puede creerse con que prontitud el Señor
Comandante D. Pedro Burgos, ha formado los cuarteles, la Iglesia , casa para el
Cura, Casa de Escuela, y cincuenta y dos ranchos, entre vecinos, comerciantes y
demás, como así mismo el foso y potrero, que van bastante adelantados, mas como
según el número de pobladores que se han presentado para poblar excedía a mayor
número de los solares que se consideraban bastante; fue necesidad dar mayor
distancia, al foso de aquí es que ahora quedan dentro del foso, doscientos ocho
pobladores, o por ahora solares de a cincuenta varas de frente por igual de
fondo, más las bocas calles, que son de a diez y seis varas de ancho, el
Potrero está formado al costado del Nordeste del pueblo y foso.
La
situación del Pueblo no puede ser mejor, es una llanura extendida y hermosa,
que distara de la Sierra
como de cinco para seis leguas, la tierra es hermosa, el agua del pozo superior
y dulce, la del Arroyo lo mismo, la
Plaza del Pueblo dista del arroyo poco más de quinientas
varas. El terreno del otro lado del Arroyo es igualmente hermoso y lo es
también el que ocupa el Ejido del Pueblo. Por último mi amado Patrón, no puede
ser mejor, sólo tiene una falta que es la de no tener leña; sólo un poco de
Mostaza a la costa del Arroyo y nada más, pero el tiempo dará leña.
Yo
por mi parte, por un modo, mucho me alegro de que haya salido del Purgatorio en
que ha estado padeciendo tanto tiempo y le consumía la salud. Ahora trate de
descansar, pero siempre alerta, pues si nos llega a faltar, verdaderamente
quedamos perdidos. Cuídese bien que hace falta a muchos. Yo a Dios Gracias,
hasta la fecha no he tenido novedad, solo si no muy contento por verme parado,
pues la gente que tenemos es muy poca y lo que ha hecho su Compadre en quince
días nadie lo ha de creer, pero así ha trabajado, este lugar ya es un Pueblo en
población; ahora estamos esperando el resultado de los Indios para marchar a la
formación de las Suertes de Estancias que para ellas hay muchos pobladores. Yo
le estimaría me dijese si siempre debo pasar al Tandil, pues en tal caso es
necesario de que me remita el Plano, como ha quedado de hacerlo, pero si es de
su agrado que por ahora no pase, y dejar aquellas operaciones para más
adelante, yo no haré más ni menos que lo que se digne ordenarme.
Igualmente
le incluyo el oficio dando cuenta al Gobierno de las operaciones que hasta la
fecha se han practicado, para que si le pareciera que debo hacerlo, me hará la
gracia de cerrarlo y mandarlo entregar,
y si no fuese de su agrado, hágame el bien de retirarlo, pues yo no
quiero hacer más nada que lo que sea justo, pues estando todo a su modo de
pensar, quedo enteramente satisfecho, pero muy bien sabe de que siempre le he
sido obediente y lo he respetado y respeto como a mi Padre, y que no tengo otro
Padre sin a Usted, que siempre ha sido mi favorecedor y yo seré agradecido y
fiel hasta la Muerte ,
y no quiero nada más que lo que fuese de su agrado.
Muchísimas
expresiones a mi Amada Patrona y de más familia, como igualmente a su Señor
Padre y a su Señora Madre, como igualmente al Sr. Dr. Vicente de Maza. Quedo
esperando sus Instrucciones y que me ordene en cuanto fuera de su agrado a este
humilde súbdito, que le ama y ver desea.
PD:
Le dice su compadre Don Pedro Burgos que por manos del Sr. Elías Galván, ha tenido
noticia de que pronto le remiten las Campanas para la Iglesia y así le suplica
que con ellas se le remitan tres horcones de Ñandubay fuertes para colocarlas
pues aquí no hay como poderlo hacer, cuyos horcones deberán tener como de
cuatro varas solo el que se ha de atravesar que puede ser como de a tres a tres y media vara vale.”.
Fuerte San Serapio Mártir del Arroyo Azul
Cuando Juan
Manuel de Rosas habla de la fundación del Azul, no toma para sí todo el
mérito de la misma, sino que, reconociendo el esfuerzo y los acertados
arbitrios de su colaborador, le aplaude que se haya situado sobre el Arroyo
Azul, acepta las indicaciones y pedidos que Burgos formula y le recomienda que “anime a todos los pobres que considere ser
conveniente que vayan a acompañarle bajo la seguridad de que la obra ha de ser
buena y segura”.
Adoptando para el reparto de las tierras el modelo de Suertes de
Estancias, el Fuerte San Serapio Mártir del Arroyo Azul fue erigido, además,
para servir de protección y nucleamiento de los nuevos pobladores. En este
punto es importante destacar que hablamos de “nuevos pobladores”
sobreentendiendo la existencia de previos, los cuales estaban atomizados por la
zona, e incluso en un asentamiento conocido como “San Benito” (quizás una
colonia negra), en lo que es la zona del actual Balneario Municipal “Almirante
Guillermo Brown”.
Como signo de preocupación ante los malones, a la planta originaria en
forma de damero, con múltiples solares, Mesura la enmarcó en profundos
y anchos fosos que tenían como respaldo occidental el arroyo y
abarcaban las que hoy son las avenidas: Presidente Juan D. Perón, 25 de Mayo y Bartolomé
Mitre.
Desde el acto de
la fundación del pueblo, Pedro Burgos ejerció las funciones de Juez
de Paz y Comandante militar del punto y de la frontera del Arroyo Azul,
hasta el año 1836. Tuvo a su cargo, en esos tiempos, a pesar de su condición de
analfabeto, todas las actividades civiles y militares indispensables para la
organización y administración del nuevo y modesto núcleo urbano.
El sable del Restaurador de las Leyes
En 1834, tras su regreso del mal
llamado “desierto”, el general Juan Manuel de Rosas llegó a la Plaza Mayor del Fuerte
San Serapio Mártir del Arroyo Azul, donde se instaló con su Ejército.
Durante su estadía en el mismo,
Rosas depositó en la modesta capilla rancho, al pie de la imagen de Nuestra
Señora del Rosario, la espada que había ceñido durante las
operaciones, junto a dos espigas de maíz adornadas con cintas color
rojo punzó, siendo ambos símbolos inconfundibles de “la Mazorca ”.
Algún tiempo
después, el comandante Pedro Burgos, le escribía a doña Encarnación Ezcurra
expresándole:
“Este pueblo tiene el honor y la gloria de conservar la invencible espada
que ceñía el Señor General en Jefe del Ejército de la Izquierda , el Héroe del
Desierto, con la que triunfó de los amotinados del primero de diciembre y
restableció el imperio de las leyes. Ella es, Señora, y será sostenida con
noble orgullo por todos los que habitan en Azul de este vecindario, que no
atina el ajustado encomio con que debe congratular a ese Ilustre Ciudadano, y
exprimirle todos los sentimientos plausibles de su reconocimiento, puesto que
no es dable que miren sus constantes sacrificios sin aquel agradecimiento digno
del respeto con que la admiración suele acercarnos a los portentos. Ella,
(repetimos) será una garante para las generaciones más remotas de su brillante
empresa a los desiertos del Sud, inmortalizará su memoria”.
Sin embargo,
la historia cambió su rumbo. Se asegura que el arma permaneció muchos años en el
lugar; luego se la colocó en el segundo templo que tuvo Azul, el cual reemplazó
a la capilla rancho y allí permaneció, incluso después de la caída
de Rosas.
Años después, el general Manuel
Escalada (cuñado del general José de San Martín) quien vivió algún
tiempo en Azul y fue el fundador del barrio Villa Fidelidad, propuso
la construcción de un nuevo templo en reemplazo de la Iglesia que databa de la
época de la fundación, y que se encontraba casi en ruinas.
Así, aunque demorada la iniciativa
por los vaivenes políticos, en 1862, cuando era imprescindible recaudar fondos
para el nuevo templo, la espada de Rosas fue vendida en $ 250 al vecino Manuel
Vega Belgrano (sobrino nieto del creador de nuestra Bandera). Éste,
luego, la entregó al Museo Público de Buenos Aires como donación.
Un particular
homenaje
Como
ocurrió en la ciudad de Buenos Aires, también los habitantes de los pueblos,
guardias y fortines de la campaña celebraron el acontecimiento.
La mañana del 25 de
septiembre de 1835 comenzó con el oficio de la solemne Misa. En el
precario templo del Azul, sobre una silla “perfectamente
adornada” fue colocado un retrato del general Juan Manuel de Rosas que
había sido traído desde Tapalqué por el coronel Bernardo Echeverría y el
cacique Juan “El Viejo” Catriel, acompañados ambos en la ocasión por
una nutrida caravana de comerciantes, hacendados y vecinos de la zona, como así
también caciques, capitanejos e indios amigos.
Concluidos la Misa y el posterior Te Deum,
el retrato de Rosas fue sacado del Templo y paseado en triunfo por las
inmediaciones de la Plaza
Mayor. El escuadrón del teniente coronel Capdevilla,
montado en soberbios caballos, armado de larga lanza y vistiendo poncho,
chiripá y gorro punzó, levantaba exclamaciones de admiración.
Pasado
el mediodía se sirvió una comida en la que reinó la más cordial camaradería.
No obstante lo
sucedido, al día siguiente, reconocidas mujeres de la sociedad azuleña pasearon
el retrato de Rosas sobre un carro triunfal por las calles del pueblo,
avanzando entre sones musicales. Entre las damas sobresalían por su prestancia:
María Trinidad Ponce de Miñana, Melchora Medina de Artalejo, Lorenza Almirón de
Preciado y Sebastiana de Echeverría.
Luego hubo un
gran baile popular y entre tanto se pronunciaron encendidas arengas a favor del
Gobernador y su esposa, doña Encarnación Ezcurra. La nota emotiva de los
festejos estuvo dada por el discurso del cacique Catriel.
Los festejos federales del Azul mostraron a
propios y ajenos su confianza en el “Restaurador
de las Leyes”.
Coronel Pedro Burgos (retrato tentativo)
Juan Manuel de Rosas
Interesante historia, el paso x nuestra ciudad de los proceres en el inicio de la nuestra querida ciudad
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